El niño que no quería estudiar
Carlos era un niño que no quería ir a la escuela. Prefería jugar en la calle y correr los caminos mientras el resto de niños iba a la escuela. Él pensaba que la escuela era aburrida y que los maestros castigaban a los niños.
Un día Carlos encontró en el suelo un billete
de diez soles y decidió irse de paseo. Subió a un micro y, como el cobrador no
tenía para darle vuelto, lo hizo bajar en un lugar que no conocía. Caminó y
caminó, pero no sabía qué micro debía tomar para regresar a su casa. Al poco
rato sintió hambre y decidió comprar galletas, pero como no sabía leer se metió
a una farmacia, pensando que era una bodega. Por fin, preguntando llegó a una
tienda. Compró
galletas y caramelos, pero como no sabía sumar, no se dio cuenta de que le
dieron mal el vuelto. Mientras caminaba se le
acercó un viejecito que le dijo:- Niñito, necesito tu ayuda ya que no veo bien,
voy a visitar a mi nieta y quiero que me leas esta dirección. Con mucha pena,
Carlos le dijo al viejecito que no sabía leer. Cansado de caminar, llego a una
plaza en la que muchos niños jugaban. Se acercó a uno de ellos y conversaron un
rato.
Su
nuevo amigo le preguntó dónde estudiaba, a lo que Carlos contestó:- Yo no voy a
la escuela. Las escuelas son aburridas. El niño le dijo: Estás equivocado. En
la escuela, además de aprender muchas cosas, encuentras amigos con los que te
diviertes y puedes jugar. Después de un rato, con la ayuda de su amigo, Carlos
pudo tomar un micro de regreso a su barrio. Antes de llegar a su casa se topó
con un letrero que decía “peligro”, pero
como no
sabía leer, casi se cae en un hoyo. Ese día Carlos comprendió que ir a la
escuela es importante.